Lo que estamos descubriendo en este momento en el que la vida nos examina


La vida que nos sorprende, que nos da un tirón de orejas y nos advierte; la vida que a veces te sonríe y otras que se ríe de ti. Ahí, aquí, está la vida que hoy tienes y que mañana, quieras o no quieras, se va. Aquí está la vida que te frena, la que te habla y te hace pensar, la que te recuerda una vez más, pero ésta vez como nunca, lo que tiene valor en tu existencia, lo que no veías pero ahí siempre estaba y está para ti. Eso en lo que nunca te paraste a pensar y a lo que diste por hecho que se iba a quedar, por y para ti, ahora corre el peligro de desaparecer ajeno a que tú quieras o no. Y la vida te dice que puedes ser feliz con lo mínimo... si “bajas” y lo abrazas.
Algo se cansó de nuestras carreras, de nuestro materialismo, de nuestro egoísmo. Se cansó de que pasemos por alto el valor de sonreír, de respirar, de apreciar, de respetar... Algo nos ha hecho parar y empezar a ver. La vida y el cerebro nos están descubriendo y gritando quiénes somos realmente y lo que queremos. Nos han cogido de la oreja, nos han sentado y nos han dicho: “Vamos a ver, por qué haces, por qué no haces, de qué tienes miedo. Para qué, qué quieres realmente, qué te hace sentir bien… Y, antes de todo eso, ¿qué es lo que te gustaría que pasase? ¿Qué no quieres en tu vida, por mínimo y trivial que sea? ¡Exprésalo!

Una pregunta básica que nos deberíamos hacer y que ya muchos nos estamos haciendo, precisamente por ser conscientes del valor de cada momento y de cada día, una pregunta clave es “qué quiero y qué no quiero en mi vida”. Y la siguiente es mi favorita: "¿Qué es lo peor que puede pasar si?".
Algunos pensarán "qué trágica esta chica”, “hay que ser positivo”, por ejemplo. Sí, claro. Positivos siempre, yo la primera, pero con los pies en el suelo. Positivo, sí, pero esto es una REALIDAD. Hay muchas personas que están viviendo esto como un paréntesis en su vida, y no lo es. No es un antes y un después, no. Es un antes y un ahora, porque para muchísimos ya no ha habido después y ellos no lo imaginaban (toda mi sensibilidad y amor para ellos que han desaparecido en unas circunstancias de soledad terrible, inimaginable -sentimiento indescriptible en mi corazón-). Esto no es ningún esperar a que se pase sino un tirón de orejas para los que estamos, una lección para ver, sentir. Una lección de honestidad sobre todo con uno mismo, para después pero también para ahora.
Hay multitud de sensaciones y de conciencia sobre lo que está pasando, dependiendo de nuestra forma de ser de base y del grado de confinamiento que tengamos. La capacidad de adaptación del ser humano es variable pero difícil cuanto más inespecífica es “la ruta a seguir”. Hay una disonancia entre lo que queremos, lo que estamos viviendo y lo que nos plantean desde fuera, los políticos, como posible. Nuestro cerebro está en constante alerta y ansiedad en mayor o menor grado y es lo normal en todo el mundo. Existe una incertidumbre a la que no podemos adaptarnos cada “x” días, cuando aparecen nuevas normas y nuevas cifras. Es un comportamiento normal del ser humano. Hasta ahora no habíamos experimentado este descontrol emocional porque todo estaba estructurado, pero cuando todas las rutinas se rompen empezamos a desestabilizarnos. Y nos pasa a todos, repito.

Quienes salen a trabajar lo notan muchísimo menos. Salir de un contexto de privacidad, de falta de libertad impuesta, te hace desestabilizarte. De hecho, el mayor castigo ante un delito es la cárcel. Privación de libertad impuesta con un tiempo indeterminado y con una amenaza real incontrolable ahí fuera es algo que solo lo podíamos imaginar viendo una películas. Todas las rutinas que hemos ido adaptando a la situación nos han hecho sentir más o menos bien durante un período pero, sin darnos cuenta, son rutinas que hemos ido creando con una fecha de caducidad inconsciente, ya que ahora en la mayoría de casos están perdiendo su función, la de “mientras tanto”, porque los plazos se alargan. Lo que hacemos no es lo que queremos: son parches que estamos poniendo para llevarlo mejor, ¡y ole porque así sea! Todo lo que hagamos vale, mientras nadie sufra a cambio .

Nos estamos dando cuenta de lo que echamos de menos, algo tan básico como el airecito que mueve tu pelo, que te roza las pestañas, el sol, los olores de la libertad, de la naturaleza imperceptible mientras usamos la vida con prisas. Aquí estamos consumiendo minutos, en ocasiones posponiendo y en otros momentos multiplicándolos por aprovecharlos... Nos estamos dando cuenta de qué no queremos en nuestra vida, de lo que ya no voy a tolerar más, de lo que ansío, de lo que me da corte... y de “qué es lo peor que puede pasar si” yo ,en este preciso momento de mi vida irrepetible, expreso, decido, pienso en mí... Y nunca te contestarás con algo terrible, porque no hay nada más terrible que no poder, que no estar, y no hay nada más auténtico que SER, que sentir, que expresar.
Habrá un antes y un después, sí, solo para quienes escuchen a su corazón y sus sentimientos, para quienes se den cuenta de que el rencor solo les hace daño a ellos. Habrá un antes y un después para quien demuestre que la acumulación de dinero ya no sea la prioridad en cada despertar, porque, ahora, ¿para qué sirve el dinero? Habrá un antes y un después para aquellos que se lancen, para aquellos que sean uno u otro en un antes de fachada y un después deseado, seremos unos u otros porque estamos vivos para cambiar lo estancado por lo pendiente, habrá un antes y un después para los conscientes de que la vida es BONITA, BONITA, si elegimos y decidimos cómo queremos que continúe.

Porque, efectivamente, esto es un antes y un después, una nueva oportunidad que nos da la vida. Así, al azar, a ti... Primero, pregúntate; después, sopesa lo que tienes, lo que quieres y los que realmente puedes y puede ser. Ahora tienes vida, y de esto salimos JUNTOS. En todas las circunstancias siempre hay una esperanza… Siempre, que no se te olvide nunca.

Ana M. Ángel Esteban es psicóloga clínica y sexóloga.

Consulta en Toledo y online. Teléfono 615224680.


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