¿Influye ser religioso a la hora de tener sexo?
¿En qué? ¿En la frecuencia? ¿En el tipo de prácticas? ¿En la calidad? ¿Pone límites la religión? Por encima de las creencias, por educación y por cultura, está la personalidad que se conforma paralelamente a esa educación, tanto por genética -la que nos viene dada- como por experiencias, únicas en cada momento y contexto de nuestra vida. Independiente de lo que nos inculquen, está la biología que dicta la necesidad de tener sexo en todos, incluidos religiosos dedicados y entregados.
El sexo es un estímulo incondicionado, necesario -como comer y beber- que aparece con independencia del deseo consciente de querer tenerlo o no. Es algo natural, no decidido, pero sí sentido cuando aparece, y que aparezca es involuntario, aunque luego podemos buscarlo voluntariamente tras la experiencia de sensaciones agradables, porque todo lo que crea gratificación queda grabado y “expuesto” a ser repetido por nuestra naturaleza irracional. Inhibirlo es posible, con sacrificio y malestar, pero posible. Razones no faltan para hacerlo, racionales o irracionales, desde el punto de vista de la psicología.
Pero en la mayoría, el resto de mortales que no son religiosos consagrados, el sexo ocupa un lugar importante en las pareja, empezando por el amor que se siente hacia el otro y la inevitable manifestación física en forma de abrazos, besos y caricias no sexuales, para empezar, y quizás si se “insiste”, terminar haciendo el amor, por supuesto, con sexo.
La religión básicamente no influye en el tipo de sexo que se tenga una vez que te has casado, antes sí. Hay personas que diferencian inconscientemente sus creencias y prácticas religiosas con sus practicas sexuales. Las separan como “actividades “ distintas que no tienen que ver y que requieren una dedicación específica y distinta en esos momentos. No relacionan tener un tipo de creencias con tener ciertas prácticas sexuales. En general.
Otras personas relacionan ciertas prácticas sexuales con actitudes incompatibles con sus creencias religiosas, incompatibles moralmente con personalidades para ellas “limpias”, “sanas” y cercanas a Dios. La bondad, la gratitud, la ayuda o la empatía no tienen nada que ver con el tipo de prácticas sexuales que tienes con tu pareja a la que y con la que sientes todo, por amor. Es más, el sexo te libera, te relaja, te hace sentir más feliz... pero el sexo que tú quieras, el que te apetezca, el que entre tú y tu pareja sirva para uniros más y ser más cómplices, voluntariamente. Y así lo “piensa” Dios.
Ser religioso puede establecer en tu cabeza unas premisas de las que partir, como tener con una cierta frecuencia relaciones, para un fin, pero sobre todo lo dictas tú. Si sientes que la religión te impone unas prácticas sí y otras no y unos límites que te hacen sentir mal, entonces tienes que replantearte esos esquemas incongruentes con tu yo esencial que te dice que algo no va bien. Tu yo te dice que debes cambiar algo sin, por ello, ser malo para ti ni para tu religión.
Con lo cual, ser religioso puede obligarte moralmente a tener sexo con tu pareja, pero ¿de calidad? ¿Con apetencia? ¿Como realmente te imaginas en tu cabeza y en tus mejores deseos? No tiene por qué interferir, pero si cuando te sorprendes imaginando, excitado/a, con deseo... empiezas conscientemente a reprimir, sí estás teniendo una autocrítica y entonces no estás viviendo libremente ni tu sexualidad ni tu religión, porque en una pareja, con amor, todo cabe. El amor, que todo lo puede, hace posible cualquier caricia, tocamiento y práctica que deseas con esa persona a la que deseas y quieres, sin juzgarte ni sentirte juzgado por nada ni nadie. Eres libre tanto en tus sentimientos como en tus creencias, y recuerda que siempre deben ser sin radicalidad ni extremismos, sobre todo cuando de sexo con amor estamos hablando y practicando. El sentimiento de culpa ensombrece a ti y a tus emociones.
No es incompatible la religión y la sexualidad. Para nada. Al contrario. Siempre situando a ambas sin interfencias. Amor y sexo son lo mismo con el sentimiento como emoción compartida. Así que todo vale en el sexo siempre y cuando exista el respeto y el amor.
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